minutas-desde-el-abismo

Carlos Caso-Rosendi

Hace apenas unas horas, cuando me enteré del fallecimiento del buen Joey Lomangino, conversaba con un amigo sobre Garabandal y sus muchas contradicciones. Quedé con una sensación de confusión o más bien con “la idea de que algo aquí no cuadra” por primera vez en los años que llevo de vida católica. No es mi costumbre perseguir fantasmas, ni me gusta lidiar con tonterías. Si así fuera me hubiera quedado Liberal.

Entonces esta mañana, mientras bebía mi primera taza de café me llegó el Informe del Sínodo (en inglés) de Robert Royal. Los párrafos seleccionados del Relatio de ayer me dejaron con la extraña, más bien estrafalaria impresión de haber escuchado la voz de Escrutopo. Abyssus abyssum invocat. Se me ocurrió que las fuerzas de los abismos espirituales habían establecido una cabeza de playa en el mismísimo bastión de San Pedro y ahora llamaban a la retaguardia por refuerzos. La confusión y el bochorno me inundaron como una tsunami de agua sucia, dejándome con sensación de haber tocado algo inmundo. Las palabras del Relatio parecían el habla de alguna criatura de lengua bífida ¿De dónde salió ese documento? ¿“Quién soy yo para juzgar” lo que un sínodo de príncipes de la Iglesia decide publicar?

La siguiente imagen que me vino a la mente fue Santa Ana Catalina Emmerick quien tuvo una visión de los enemigos de la Iglesia desguazándola y tratando de construir una nueva iglesia moldeada por ideas humanas — en tanto, ninguno de los santos los ayudaba en esa tarea maldita. La santa nos cuenta cómo esa iglesia de hombres es destruida y también cómo los santos del cielo se unen a la tarea de reconstruir la verdadera Iglesia de Dios que llega a ser aún más gloriosa que antes. También vio la renovación del sacerdocio y de las órdenes religiosas luego de un período de gran decadencia.

“Tierra firme” pensé. La única manera que puedo entender este Relatio es en el contexto de las palabras de Cristo en Mateo 24:15.

“Cuando veáis ‘la abominación desoladora’ parada en el lugar santo tal como habló Daniel el profeta — use discernimiento el lector — entonces vosotros los que estéis en Judea huid a las montañas.”

No sé si estoy llegando a una conclusión apresurada. Escribo esto antes de las nueve de la mañana y quizás estoy aún en mi cama soñando todo esto. Quizás me despierte en unos minutos para desayunar con una taza de café. O quizás estoy despierto y viviendo una verdadera pesadilla.

El Señor nos dijo que huyéramos a las montañas y las montañas son lo opuesto de las profundidades del mar donde los enemigos de Dios están condenados a morar. (ver 1 Reyes 20:23 y Marcos 5:1-11) Creo personalmente que esas montañas son los santos de todas las eras. Ellos son el terreno alto y firme donde quiero caminar. Desde allá arriba quiero ser uno de los primeros en ver salir el sol sobre el horizonte, Nuestro Señor desgarrando la oscuridad que ha cubierto a este mundo.

Abyssus abyssum invocat in voce cataractarum tuarum; omnes gurgites tui et fluctus tui super me transierunt. Salmo 42.