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Vademécum de Apologética Católica

Aquellos que leen las Sagradas Escrituras sin conocimiento de los lenguajes bíblicos, caen a veces en serios errores de interpretación del texto. Un buen ejemplo de interpretación errada es la “reprensión” de Jesús a María al tiempo de la boda de Caná de Galilea. ¿Le faltó Jesús al respeto a su madre alguna vez? ¿Reprendió Jesús a María? No, Jesús nunca hizo tal cosa. El es el Hijo de Dios y como tal, en su naturaleza humana representó la perfección de lo que un hijo debiera ser. El nunca falló en honrar a María, porque vino al mundo para cumplir la Ley de Dios en forma perfecta y total.

Deuteronomio 5, 16 —  Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te lo ha mandado, para que vivas muchos años y seas dichoso en la tierra que el Señor tu Dios te da.

Juan 2, 1-12 — Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Haced todo lo que El os diga”. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenad de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Sacad ahora, agregó Jesús, y llevadle al encargado del banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”. Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, descendió a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días.

Para no olvidar el contexto inmediato de este episodio, examinemos el reporte de San Juan. Debemos recordar que el Evangelio de San Juan hace uso de muchos símbolos para señalar a la misión esencial de Jesús. Aquí Jesús está al principio de su ministerio, que comienza con una fiesta, en este caso una boda. Más tarde finalizará su obra en otra cena, la fiesta de la Pascua. Una unión es el motivo de ambas celebraciones. Primero la boda de sus amigos en Caná y luego la Primera Comunión entre Cristo y sus discípulos en la Ultima Cena. En ambos pasajes el vino es un símbolo prominente.

Durante la boda la familia se queda sin vino. Esto es para ellos algo embarazoso. De alguna manera María se entera del problema y se acerca a Jesús, haciéndole saber que no hay más vino para la fiesta. Jesús responde a su madre con las palabras: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía.”[1] En otras traducciones de la Biblia la frase es traducida así: “Jesús le dijo a ella, ‘¿En qué nos concierne eso, mi señora? Mi hora aún no ha llegado.’“[2] El término griego γυναι (gunai) no es de manera alguna irrespetuoso. Por el contrario es el equivalente de “señora” en el español moderno. La expresión “¿qué tenemos que ver nosotros?” vertida a veces como “¿qué tengo que ver contigo, mujer?” es usada en otras partes de la Biblia. In 1ra Reyes 17, 18 la viuda de Sarepta usa la misma expresión para pedirle al profeta Elías que cure a su hijo: Entonces la mujer dijo a Elías: “¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios? ¡Has venido a mi casa para recordar mi culpa y hacer morir a mi hijo!”. Es obvio que la pobre viuda no estaba siendo irrespetuosa con el profeta que le había demostrado tan claramente ser un hombre de Dios.

Lucas 8, 27-31 — Jesús acababa de desembarcar, cuando salió a su encuentro un hombre de la ciudad, que estaba endemoniado. Desde hacía mucho tiempo no se vestía, y no vivía en una casa, sino en los sepulcros. Al ver a Jesús, comenzó a gritar, cayó a sus pies y dijo con voz potente: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? Te ruego que no me atormentes”. Jesús, en efecto, estaba ordenando al espíritu impuro que saliera de aquel hombre. Muchas veces el espíritu se había apoderado de él, y aunque lo ataban con cadenas y grillos para sujetarlo, él rompía sus ligaduras y el demonio lo arrastraba a lugares desiertos. Jesús le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” “Legión”, respondió, porque eran muchos los demonios que habían entrado en él. Y le suplicaban que no les ordenara precipitarse al abismo.

En otro pasaje bien conocido los demonios se dirigen a Jesús de la misma manera, “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? Te ruego que no me atormentes “ Obviamente los demonios no están siendo irrespetuosos con Jesús, porque saben muy bien que Cristo tiene el poder de enviarlos a donde no quieren ir.

De la misma manera en su respuesta a María, Jesús trata a su madre con especial deferencia llamándola “mi señora” (gunai) en frente de sus discípulos. Esa es la manera apropiada en que el Rey de Israel se dirige a la gebirah, la Reina de Israel. Jesús hace esto ante sus discípulos, revelándoles que María merece ser tratada de manera especial, con la gracia que corresponde a la Reina de la Iglesia de la cual su Hijo es Rey. Recordemos que este es el comienzo del ministerio de Jesús y que todos están pendientes de cada uno de sus movimientos y palabras. De hecho, San Juan se refiere a esta acción de Jesús, “el primero de sus signos”.

Después que María le alerta del problema, Jesús procede a resolverlo milagrosamente por medio de convertir en vino el agua reservada para las abluciones ceremoniales. Esto apunta al poder purificador de la sangre de Jesús y al derramamiento del Espíritu Santo sobre toda la Iglesia como resultado del sacrificio de Cristo (Hechos 2, 12-13; Hechos 2, 1-21). Jesús, Novio de la Iglesia, ha reservado la mejor bendición para el final. El “vino viejo” de la Antigua Alianza se agota y ahora el “nuevo vino” de la “Nueva Alianza” lo reemplaza. Contra toda expectativa el “vino nuevo” es mejor que el “vino viejo”—Ver Lucas 5, 34-39 donde Jesús se compara a sí mismo con el novio que provee vino para sus amigos en su boda.

El pasaje es un buen ejemplo que muestra cómo todas las bendiciones que vienen de Jesús llegan a la humanidad por María, la Santísima Madre de Dios. Ella estará siempre llamando la atención de Dios a las necesidades de la humanidad a través de su propia humanidad. Ella comparte nuestros problemas, dolores y preocupaciones, intercediendo amorosamente por los hijos e hijas de Eva que ella ahora adopta como propios. Al darle el nombre gunai, Jesús también nos enseña el destino de María de ser la madre de todos los que viven en Cristo. El lo hace por medio de usar la misma palabra usada en Génesis 3, 15 cuando Dios le dice a la Serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer” (gunai, en la Versión Septuaginta.)[3] Ciertamente, Jesús no reprende aquí a María, ni es irrespetuoso con ella. Por el contrario, El nos muestra el dignísimo estado que María tiene delante de Dios.

Mateo 12, 46-50 — Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Marcos 3, 31-35 — Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera”. El les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Lucas 8, 19-21 — Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte”. Pero él les respondió: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.

Lucas 11, 27-28 — Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Jesús le respondió: “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.

Aquí la palabra griega μενουνγε (menounye) se traduce como “más bien”. Esta palabra afirmativa significa literalmente “además” or “aún más allá” [4] Jesús está de acuerdo con la mujer que bendijo a María. Pero también explica que aquellos que escuchan y practican la Palabra de Dios pueden compartir las mismas bendiciones por medio de seguir el ejemplo perfecto de María (ver Lucas 1, 48). Para los presentes en aquel momento, esta frase de Jesús nunca podría haber sido interpretada como una reprimenda a María. Aquí Jesús apenas había terminado de relatar la parábola del sembrador (Lucas 8, 5-15). En ese contexto Jesús le enseña a la audiencia que tienen que ser como María. Como el “terreno fértil” de la parábola, ella da buenos frutos por medio de obedecer a Dios de manera perfecta. Jesús conduce a la mujer que lo alababa en la dirección correcta: Las bendiciones de Dios no vienen meramente por ser parte del pueblo elegido—aunque eso también es una bendición—sino que bendiciones todavía más grandes vienen de obedecer a Dios. María es el ejemplo perfecto de un ser humano dedicado a la voluntad de Dios. Y así, Jesús no reprende a su madre ni es irrespetuoso con ella: sino que la exalta a ella y a su misión.

Exodo 20, 12 — Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.

Deuteronomio 5, 16 — Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga vida y seas feliz en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.

Efesios 6, 1-3 — Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor porque esto es lo justo, ya que el primer mandamiento que contiene una promesa es este: Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y tengas una larga vida en la tierra.

Jesús no pudo haber sido irrespetuoso con su madre porque eso hubiera sido una violación del Cuarto Mandamiento. Desde su infancia El fue perfectamente obediente a sus padres terrenales (Lucas 2, 51). El tenía que cumplir perfectamente la Ley de Moisés para poder ser el sacrificio perfecto y sin culpa. Jesús dice de sí mismo:

Mateo 5, 17-19 — No penséis que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Os aseguro que no desaparecerá ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

Concluímos que todos estos párrafos de la Escritura que son entendidos equivocadamente como si presentaran a Jesús reprendiendo a María, significan en realidad lo contrario. Las antiguas lenguas en las que la Biblia fue escrita son difíciles de vertir al lenguaje moderno. Es por eso que—si queremos entender el verdadero significado de estos pasajes—debemos profundizar nuestro conocimiento de la Sagrada Escritura confiando en la sabiduría del Magisterio de la Iglesia.


[1] λεγει αυτη ο ιησους τι εμοι και σοι γυναι ουπω ηκει η ωρα μου (legei autē o iēsous ti emoi kai soi gunai oupō ēkei ē ōra mou)

[2] «Jesus said to her, ‘How does that concern us, dear lady? My time hasn’t come yet.'» International Standard Version. NOTA DEL TRADUCTOR

[3] La Biblia judía griega ptolemaica, también conocida como la Traducción de los Setenta, o Septuaginta, es una antigua colección de textos y escritos sagrados judíos. Es la fuente para el Antiguo Testamento de las Biblias cristianas.

[4] αυτος δε ειπεν μενουνγε μακαριοι οι ακουοντες τον λογον του θεου και φυλασσοντες αυτον (autos de eipen menoun makarioi oi akouontes ton logon tou theou kai phulassontes)