garabandal-el-proceso-de-aprobacion

Antonio Yagüe

Me interesa conocer el proceso sobre la aprobación de los hechos de Garabandal por parte de los obispos de España. ¿Por qué no han querido reconocer su carácter sobrenatural?

En primer lugar, precisarle que el juicio eclesial sobre las apariciones de Garabandal no compete, como usted escribe, “a los obispos de España” sino al obispo de la diócesis de Santander. La siguiente instancia jurídica competente sería la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma, antes denominada Santo Oficio. Tan sólo muy indirectamente se podría decir que los obispos de España como conjunto tienen un papel en el tema de forma genérica a título informativo y a posteriori de los hechos puesto que la Conferencia Episcopal Española se formó el 3 de octubre de 1966 y no tomó su configuración definitiva hasta 1977, es decir doce años después de finalizar las apariciones.

Darle una respuesta exhaustiva sobre las notas y declaraciones que realizaron los sucesivos obispos de Santander, ya van siete, es algo que puede encontrar fácilmente en internet. Los datos suelen encontrarse mezclados con comentarios más o menos intencionados, pero finalmente no le será difícil encontrarlos. En su momento yo mismo realicé un recorrido por todos ellos y, como dice en una de esas notas episcopales, concluí que: “no hemos encontrado materia de censura eclesiástica condenatoria, ni en la doctrina ni en las recomendaciones espirituales que se han divulgado”. Obviamente esto es mucho, pero es poco porque no hay una afirmación positiva. Lo mismo cuando se asegura que “No consta la sobrenaturalidad” de los hechos, resulta tan solo un juicio provisional, que favorece poco la devoción mariana que podría surgir de la historia de Garabandal. Por otro lado, es cierto que el ahora Beato Papa Pablo VI dijo a la principal vidente: Conchita, Yo te bendigo y conmigo te bendice toda la Iglesia. También es de Pablo VI este comentario: Es la historia más hermosa de la humanidad desde el Nacimiento de Cristo. Es como la segunda Vida de la Santísima Virgen en la tierra y no hay palabras para agradecerlo.

Lo que yo puedo aportar es mi opinión personal sobre el comportamiento errático y poco definido de los obispos de Santander, desde 1961, que en parte escribí hace tres años en otro breve artículo sobre el juicio de la Iglesia. Hoy, por el tiempo transcurrido, tengo una visión más elaborada, que podría resumir en los siguientes puntos:

  1. Garabandal resultó una sorpresa inesperada para la Iglesia diocesana y para la Iglesia Romana. La forma externa de los éxtasis, los dos mensajes formales, el milagro de la comunión mística visible, la sencillez de las videntes y su vida profundamente cristiana, las profecías globales asociadas a un concepto de terminación de los tiempos entonces incomprensible para los teólogos e impensable para el mundo, la posibilidad cercana de un gran castigo divino, las conversiones y curaciones…
  2. Nunca se había visto tal profusión de eventos extraordinarios en unas apariciones: se contabilizaron más de 2.300 éxtasis en dieciocho meses. Son más de cuatro apariciones diarias. Los testimonios grabados y filmados, hoy accesibles en internet, eran centenares, Aunque hubiera habido voluntad de entender, no había entonces capacidad de asimilar toda aquella información ni de sintetizarla.
  1. Los niños en aquella época aún no eran siquiera sujeto canonizable para el Derecho Canónico porque se estimaba que su corta vida no daba tiempo para vivir las virtudes en grado heroico. Por tanto se era reacio a pensar en la posibilidad de que los niños fueran sujetos de fenómenos místicos verdaderos. En Garabandal, por su apartamiento de la gran ciudad, las niñas eran más infantiles que lo que su edad indicaba, lo cual hacía aún más difícil interpretar como frutos espirituales de mayor piedad los asociados a las apariciones. Por otro lado, en los años del Concilio Vaticano II, simultáneos a las apariciones, las devociones marianas en la Iglesia comenzaron a tener mala prensa, abandonándose en muchos lugares prácticas tradicionales marianas, a la vez que se criticaba el rezo del Rosario.

La aldea de Garabandal quedaba, en lo geográfico y en lo cultural, demasiado lejos de la capital de la diócesis. Las comunicaciones y el transporte no tenían las facilidades de hoy día. Garabandal está en los arrabales de la diócesis, y muy raramente recibían una visita apostólica. La cultura del pueblecito se limitaba a una maestra que atendía a los niños. Por el contrario en la diócesis de Santander se encontraba la Universidad de Comillas, el centro de formación eclesiástico de mayor renombre en España, regentado por los Jesuitas y con más de mil alumnos. De él salía al menos dos de cada cinco de los obispos españoles en aquellos días.

  1. Prestar entonces atención a las apariciones de Garabandal, para la curia diocesana y la élite de Comillas, era rebajarse a hacer caso a unas mocosas incultas, probablemente presas de la histeria. Cuanto menos, dar importancia a aquella situación podía ser imprudente y de consecuencias impredecibles para todo eclesiástico con deseos de “hacer carrera”. No obstante, dentro de este ambiente general, hubo allí dos ancianos profesores Jesuitas, hoy en proceso de beatificación, que creyeron en las apariciones y atendieron espiritualmente con cierta regularidad a las niñas en aquellos años.
  2. En aquellos años la Iglesia era una maquinaria perfecta: vocaciones a rebosar en Seminarios y Órdenes Religiosas, estima pública del mundo político y de los gobernantes nacionales y locales, costumbres del pueblo y legislación acordes con la Ley de Dios, capacidad económica importante (por ejemplo los obispos iban en Mercedes, mientras la mayoría de la gente no llegaba a un “seiscientos”), prensa, radio y televisión favorables, etc. Ser sacerdote era entonces casi sinónimo de ser santo. En esas condiciones, si unas pretendidas apariciones a unas niñas incultas de los arrabales de aquella sociedad provinciana decían de parte de la Virgen que “cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas almas” era obvio que el juicio debía ser negativo e incluso represivo, acorde con las costumbres de la época. . Por el contrario, las niñas a pesar de este mensaje, siempre mostraron respeto a los sacerdotes y hasta hoy una exquisita obediencia a los obispos de Santander.

No extraña que en ese ambiente se intentara incluso obtener por la Autoridad eclesiástica la firma de las niñas en un folio en blanco, como base de su testimonio formal, cortar las trenzas a Conchita para evitar un pretendido liderazgo o amedrentarlas con enviarlas a la cárcel. Personalmente he oído el testimonio de Maximina, tía de Conchita, sobre cómo a ella misma y a la madre de Conchita, le solicitaron firmara un folio en blanco en el obispado, a lo que naturalmente se negaron. Conchita, por ejemplo, soportó en 1966 durante su estancia en el Convento de las Carmelitas de Pamplona una visita de una Comisión eclesiástica de cinco personas, dos de ellas obispos, que le interrogaron durante siete horas, con una breve pausa para comer. Madre Nieves García da abundantes detalles sobre ese suceso.

  1. No existe ningún decreto diocesano de formación de comisiones de investigación sobre las apariciones. Todo el desarrollo de las investigaciones de dos “Comisiones Diocesanas” carece de cualquier profesionalidad y no resistirían ningún análisis procesal de sus procedimientos. Existen testimonios de comentarios apriorísticos negativos y peyorativos de los componentes de la primera “comisión” en la sacristía de la Iglesia de Garabandal realizados a gritos, que pudieron oír numerosos feligreses presentes. Las descripciones de la operativa de estas comisiones enrojecen a cualquier profesional del Derecho Procesal de modo que no alcanzarían la calificación de tercermundistas. Por el contrario, multitud de testimonios de testigos, profesionales médicos y psiquiatras, no han sido considerados. Fue notable el ejemplo de la retractación pública en Santander de un famoso médico (Dr. Morales) que formó parte de la primera “comisión” diocesana enviada a Garabandal.

Sobre estas bases tan sesgadas, los sucesivos obispos de Santander emitieron distintas Notas provisionales sobre las apariciones, hasta que el obispo Mons. del Val, el único que fue testigo personal de numerosos éxtasis, retiró en 1987 todas las medidas cautelares que sus antecesores habían establecido, tales como la prohibición de que subieran sacerdotes a Garabandal. Sorprende especialmente el caso del obispo Doroteo, contemporáneo del tiempo de las apariciones, que renunció a la sede episcopal de Santander a los pocos días de recibir de manos del catedrático Francisco Sánchez Ventura una carta de Conchita con un mensaje personal de San Miguel Arcángel. También se cuenta que el obispo Puchol fue advertido en privado de su forma de proceder respecto a las apariciones por Santa Maravillas de Jesús, quince días antes del accidente de automóvil que le costó la vida.

  1. En uno de los libros de Francisco Sánchez Ventura se asegura que existe un acuerdo tácito en la Conferencia Episcopal Española de no aprobar ninguna aparición mariana. Quizás por esto, tampoco se han llegado a aprobar otras apariciones en España en la segunda mitad del siglo XX.
  2. Existe un extenso dictamen realizado por un gran teólogo español hacia el año 2002, alumno de la Universidad de Comillas en tiempo de las apariciones, que no sabría decir si finalmente llegó a manos del obispo de Santander, que pone como principal causa del no reconocimiento de la sobrenaturalidad de las apariciones de Garabandal, las profecías realizadas que quedan pendientes por cumplir. La solución que propone este teólogo en su documento sería autorizar en Garabandal un culto especial a la Virgen María teniendo en cuenta el hecho reconocido de las peregrinaciones y de la buena voluntad de los que allí van. Así por ejemplo se ha hecho en otros lugares de apariciones como Heede y Tre Fontane.

En resumen, hasta ahora la historia de la aprobación eclesiástica de las apariciones de Garabandal es un conjunto de despropósitos, que inicialmente se podían atribuir como reacción natural a la sorpresa por la censura del Cielo ante lo que marchaba razonablemente bien. En parte todos nos resistimos a cambiar en condiciones de bonanza. Sin embargo, con el paso de los años esa actitud da la impresión de que configura una oposición sorda y reiterada, “mantenella y no enmendalla”. En opinión de muchos, el desarrollo de la historia eclesial postconciliar, los estudios y testimonios detallados hoy públicos y los frutos espirituales a nivel mundial que se han producido, dejan cada día más sin fundamento mantener indefinidamente una respuesta provisional insuficiente.