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«Dichosos seréis cuando por mi causa la gente os insulte, os persiga y levante contra vosotros toda clase de calumnias.  Alegraos y llenaos de júbilo, porque os espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que os precedieron. » Mateo 5:11, NRSVACE.

Desde el principio, se nos dijo que Nuestro Señor vino al mundo no para unir sino para dividir, no para traer paz sino una espada (Mateo 10:34). La Crucifixión divide la historia en dos. Algunos han observado que el meridiano que pasa por el Monte Calvario divide la la tierra seca en dos partes aproximadamente iguales. Antes de dar en una de sus enseñanzas más severas, acerca del pecado imperdonable, Jesús se detuvo para advertirnos en Mateo 12:30: «El que no está conmigo, está en mi contra, y el que no recoge conmigo, desparrama.» En el proceso de hacer  nuevas todas las cosas, Dios repite sus acciones creativas primordiales, el caos es derrotado por el orden; la oscuridad es disipada por la luz: «Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de la oscuridad».

Estas últimas semanas, fuimos testigos de las luchas de dos hombres católicos. Uno fue movido por su conciencia para sacar a la luz algunas verdades ocultas y dolorosas. El otro tuvo que contender con ataques personales tan rabiosos que uno solo puede calificarlos como demoníacos. Ambos hombres son ahora el objetivo de un verdadero asesinato mediático.

Estoy hablando de Monseñor Carlo Maria Viganò y del juez estadounidense Brett Michael Kavanaugh.

Algunos de nosotros tenemos una tendencia a encontrar patrones en cosas que aparentemente no están relacionadas. Toda la experiencia intelectual humana se basa principalmente en encontrar «la semejanza de cosas diferentes» para utilizar la maravillosa intuición de Richard Mulcaster. Siguiendo las noticias de la semana sobre  estos dos hombres, me pregunté: ¿No será Dios nos está enviando obviamente un mensaje? Aquí tenemos dos hombres decentes cuyas vidas son un modelo de virtud pública y privada, dos hombres que han vivido casi toda su carrera bajo la mirada del público. Ambos hombres están dedicados a servir, uno como un sacerdote que sirve a Dios y el otro como un ministro público. Ambos son vilipendiados por grupos que supuestamente defienden la justicia, la misericordia y la dedicación a los débiles y desvalidos de la sociedad.

Esto es muy extraño, especialmente cuando uno observa los métodos de aquellos que atacan a estos dos hombres probos: con acusaciones infundadas y endebles que no resistirían el análisis más superficial, dardos con forma de mentiras, e insinuaciones gruñidas desde un oscuro rincón. La palabra «cinismo» ni siquiera alcanza a describir esos ataques. Los medios periodísticos del mundo, por supuesto, son el vehículo de tales ataques.

Malcolm Muggeridge comentó, casi proféticamente:

«Hay algo, para mí, muy siniestro sobre este surgimiento de un extraño tipo de conformidad, u ortodoxia, particularmente entre las personas que operan los medios, que permite saber con antelación exactamente qué harán, dirán y pensarán sobre cualquier cosa. Es cierto que hasta el momento carecen de la fuerza de una Inquisición para imponer su ortodoxia, pero tienen formas de aplicarla, lo que hace que las viejas torturas medievales parezcan suaves en comparación.» (Malcolm Muggeridge, Cristo y los medios de comunicación, Serie  de Conferencias en Londres sobre la Cristiandad Contemporánea , publ. Eerdmanns, 1977/1978, pág. 91.)

Estoy seguro de que Muggeridge nunca imaginó que un Papa iba a utilizar esos horribles mecanismos, reservados hasta ahora a los medios y académicos de la izquierda militante. Creo que viejos demócratas como Hubert Humphrey se habrían horrorizado al ver el espectáculo siniestro presentado por la senadora Diane Feinstein durante los procedimientos de nominación judicial de la semana pasada.

El «humo de Satanás» se ha convertido en una niebla densa que adormece los sentidos intelectuales y morales de la mitad del mundo. Para aquellos que acusan al juez  Kavanaugh, la acusación de una mujer es válida y verdadera simplemente porque está hecha por una mujer. Para aquellos que persiguen a Monseñor Viganò, la promesa de silencio del Papa sobre el asunto, seguida de su incapacidad para guardar silencio, no es ni una admisión tácita de culpa ni signo de una ética dudosa. En ambos casos, aquellos que defienden al Monseñor o al Juez están usando la lógica y el sentido común. En cambio, sus contrincantes están intentando cínicamente manipular las emociones del público utilizando información falsa y la abierta calumnia.

Creo que estamos viendo la mano de Dios separando la luz de la oscuridad. Las fuerzas del mal que han invadido la vida de la Iglesia y el cuerpo político estadounidense están siendo expuestos por las acciones de estos dos hombres. La luz está empezando a permitirnos ver los contornos de dos ejércitos que están a punto de entrar en combate en la brumosa mañana de un nuevo día.

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla …