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Hace dos años y medio que el nombre «Iosephum» tronó desde aquel balcón en la Plaza de San Pedro haciendo que los católicos de orientación liberal lloraran de rabia. Y ahora el Papa Benedicto XVI acaba de revelar un programa de reforma que es asombrosamente ambicioso.

El Pontífice a sus ochenta años de edad está llevando a cabo una purificación de la Liturgia Romana, en la que décadas de innovaciones caprichosas serán barridas por completo. Esta recuperación del sentido de lo sagrado intenta acercar la grey católica a la Ortodoxia Oriental y tiene como fin sanar el Gran Cisma de Oriente que ya dura casi mil años. También apunta a atraer a cantidades de anglicanos conservadores a quienes ofrecerá la protección del Santo Padre si desena convertirse en masa.

A los cardenales de tiro liberal no les gusta nada la cosa.

Desde el duro golpe recibido al tiempo de la elección de Bnedicto, han estado esperando que el nuevo pontífice juegue sus cartas. Ahora que lo ha hecho, la resistencia ha comenzado a manifestarse con fuerza—y el Arzobispo de Westminster, el Cardenal Cormac Murphy-O’Connor está en el centro mismo de la reacción..

«El Papa Benedicto está aislado,» Me dijeron cuando visité Roma la semana pasada. «Tanta gente se le opone, aún dentro del Vaticano, que realmente tiene que ser un esfuerzo para él.» Sin embargo el Papa sigue adelante. Me recuerda a la que también fuera revolucionaria de los conservadores, Margaret Thatcher, que esperó unos dos años antes de enfrentarse con los opositores en su gabinete que saboteaban sus reformas.

El Pontificado de Benedicto XVI comenzó una nueva fase el 7 de Julio, con la publicación de la carta de motu proprio Summorum Pontificum.

De un plumazo, el Papa restauró la Misa Tradicional en—que de hecho habí estado prohibida por cuarenta años—y la puso a la par de la liturgia del Novus Ordo. Poco tiempo después reemplazó al Arzobispo Piero Marini, Maestro de Ceremonias del Pontificado quien había hecho que algunas de las misas de Juan Pablo II parecieran carnavales políticamente correctos.

El Cardenal Murphy-O’Connor se sintió muy contrariado. La semana pasada, devolvió el golpe con un «comentario» sobre la carta Summorum Pontificum.

Según comenta Murphy-O’Connor, la medida no toca para nada el poder de discreción de los obispos. En realidad, la medida elimina el poder que el obispo tiene de bloquear la antigua liturgia. En otras palabras, el Cardenal—que trató de impedir que el Papa pasara la medida—está malinterpretando su contenido. En eso, no está solo: docenas de obispos en Gran Bretaña, Europa y América han tratado de usar el mismo truco.

El comentario de Murphy-O’Connor es prácticamente una copia de las mismas desesperadas «guías de acción» escritas por el Obispo Arthur Roche de la diócesis inglesa de Leeds con el propósito, aparentemente, de descorazonar a los fieles en el ejercicio de sus derechos.

Hace unos años el truco hubiera dado resultado. Pero las noticias viajan rápido en la «blogosfera» tradicionalista y ya se había avisado a los consejeros papales sobre estas prácticas.

Esta semana el Arzobispo Malcolm Ranjith, un decano de la curia vaticana muy cercano al Papa, declaró que «los obispos y hasta los cardenales que malinterpretaran la Summorum Pontificum están «en rebelión contra el Papa».

Ranjith suena ya como el futuro próximo Prefecto de la Congregación de la Divina Liturgia», el ceurpo que regula la liturgia católica en el mundo entero. El nombramiento tiene sentido. Si Benedicto quiere poner las cosas en movimiento, necesita luchadores en los puestos principales.

Puede ser que necesite modificar un entero departamento, el Pontificio Concilio para la Promoción de la Unidad Cristiana, quuienes pasan la mayor parte del tiempo promoviendo la clase de revuelto ecuménico que horripila al Papa. Es un momento delicado. El mes pasado los obispos de la Comunión Anglicana Tradicional, una red de unos 400.000 anglo-católicos separados cuya mayoría reside en América y en las comunidades británicas de ultramar, escribieron a Roma pidiendo ser admitidos en «completa y mancomunada unión sacarmental»

La carta de ellos fue redactada con la ayuda del Vaticano. Benedicto suprevisa personalmente las negociaciones. A diferencia de Juan Pablo II, el actual Papa admira la tradición anglo-católica y está pensado en disponer medidas pastorales especiales para los anglicanos convertidos que escapan por miles del desastre en cámara lenta que atraviesa en estos momentos la Comunión Anglicana.

Esto significa que podrán adorar en comunión, libres de las presiones de los obispos locales que no gustan del conservadorismo de los recién llegados y que preferirían «dialogar» con ellos en vez de recibirlos en la Iglesia.

La liberación de la liturgia latina, el reacercamiento a la Ortodoxia Oriental, la absorción de los anglicanos—todas estos ambiciosos proyectos reflejan la convicción de Benedicto XVI d que la Iglesia Católica debe descubrir el tesoro litúrgico de la historia cristiana para realizar su tarea más importante: la adoración de Dios.

Esta convicción es compartida por un creciente número de jóvenes católicos, pero no por los polítizantes de la Iglesia que han dominado las jerarquías europeas por ya demasiado tiempo.

Al negarle la bienvenida a las últimas iniciativas papales—sin siquiera mostrar interés por ellas, aparte de los efectos que éstas pudieran tener sobre la distribución del poder—los obispos de Inglaterra y Gales han justificado la poca estima que Benedicto siente por ellos.

Ahora, el Papa debiera reemplazarlos. Si las reformas deben empezar por algún lado, más vale que sea aquí.


Damian Thompson, es corresponsal de asuntos religiosos del Daily Telegraph, nació en 1962 y estudió en el Presentation College de Reading y la Universidad de Oxford. Actualmente trabaja en The Catholic Herald y colabora regularmente en The Spectator, The New Statesman y The Literary Review.

Publicado Originalmente en The Telegraph