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Carlos Caso-Rosendi

Este pasado 16 de junio del 2014, Jorge “Giorgio” Sernani Panopoulos fue llamado al Señor. Falleció en Buenos Aires rodeado, como siempre, por sus hijos que son tantos que nunca pude memorizar sus nombres ni su número exacto. Giorgio fue un querido amigo, un sabio en la ciencia mariana y un devoto seguidor de Nuestra Bendita Madre, fue también un padre y escritor prolífico, autor de muchos libros. Fue honrado con la amistad y el respeto de grandes hombres, como el Padre Patrick Peyton, y San Juan Pablo II quien lo impuso caballero de la Virgen María cuando visitó la Argentina en 1982.

Giorgio vivió una vida de completa devoción a Jesús por María. Aceptó humildemente todos sus sufrimientos buscando consuelo solamente en el rezo del Santo Rosario. Puso constantemente delante de Nuestra Señora todo su trabajo, sus aspiraciones y sus muchas tribulaciones. Aquellos que fueran suficientemente observadores notaban que siempre había una “presencia” cerca de él. En ocasiones esa presencia — que yo creo que es la Virgen María — le dio a él y quienes lo acompañaban algunas intuiciones repentinas relacionadas con la solución de algún problema o algún aspecto poco común de un pasaje de las Escrituras.

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Hace más o menos un año lo visité por última vez en su pequeño apartamento de la calle Carlos Pellegrini en Buenos Aires. Nos sentamos uno frente a otro y ambos frente a una imagen de Nuestra Señora de Luján tres veces bendecida por quien fuera el Papa Juan Pablo II. Charlamos largamente sobre mi proyecto de crear un sistema de educación católica para las Américas en español, portugués e inglés. Yo me quejaba de la aparente pérdida de tiempo que resultaba de no tener los pocos fondos necesarios para comenzar el proyecto. En ese momento en particular Giorgio tomó de su escritorio una imagen de Nuestra Señora de Kazán y me la presentó como “la que se apresura a ayudar” (he olvidado la frase griega que Giorgio trató de enseñarme entonces. Quizás alguno de mis lectores que conocen el griego me puedan refrescar la memoria).

En ese momento me escuché a mí mismo decir “llaman a la puerta”, lo que confundió a Giorgio porque nadie estaba llamando a la puerta. Entonces apenas unos segundos después sonó el timbre de la puerta de calle. Giorgio atendió a la persona que llamaba a la puerta y regresó a la sala donde yo lo esperaba. Le interesaba saber cómo podía yo saber con tanta precisión cuando alguien se disponía a a tocar a la puerta. Honestamente, yo no pude explicarle cómo, aparte de decirle que tuve el impulso inexplicable de decir “llaman a la puerta” y lo dije. Luego me explicó lo que debía hacer para implementar mi misión católica. Primeramente me recomendó rezar el Rosario y pedir las gracias necesarias para esa misión. Su diagnóstico fue exacto: yo estaba apoyándome demasiado en mis propias fuerzas y habilidades. Por ese entonces yo quería conseguir un trabajo que me permitiera solventar los gastos de la misión. Giorgio no estuvo de acuerdo y me dijo: “Nuestra Señora quiere” (esa fue la palabra que usó) “ser el único apoyo e impulso de esa labor”. En ese punto, sin que mediara ninguna razón aparente, mis ojos se llenaron de lágrimas que yo apenas podía contener. No es que yo estuviera triste, ni emocionado de manera alguna, pero las lágrimas salían como una catarata. Para decirlo sinceramente, yo creí que era un ataque de alergia. Así de prosaico soy aún al enfrentarme a una obvia experiencia mística. Giorgio vio mis lágrimas y dijo: “Se llevará a cabo con muchos sufrimientos. Oraré por ti”.

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Giorgio Sernani recibe la bendición papal. En sus manos, una imagen de Nuestra Señora de Kazán,

Y tuvimos que sufrir ambos, empantanados en la pobreza y aún así sin ser dejados totalmente; rodeados de enemigos y sin embargo sin ser derrotados. Así que cuando escuché la noticia de que Giorgio había sido llamado a su recompensa celestial, supe que su peregrinar y sus aflicciones en este valle de lágrimas llegaba a su fin. Me sentí feliz y aliviado.

Giorgio nos deja uno de los pocos -si no el único- libro sobre el milagroso Congreso Eucarístico de 1934 en Buenos Aires. Su libro Dios de los Corazones contiene un relato detallado del evento Eucarístico y muchas reflexiones muy acertadas sobre lo que el encuentro significó para el país. Giorgio me confió una vez su creencia que la tormenta de corrupción política que dura hasta nuestros días, es un signo de la ira del demonio que siguió al arrepentimiento de tantos hombres y mujeres, incluida la conversión del entonces presidente de Argentina – quien pronunció uno de los más emotivos discursos jamás pronunciados por un presidente argentino – cuando se cerraba ya el gran encuentro cristiano. Estoy de acuerdo con Giorgio y me gustaría agregar lo que él implícitamente dejó claro: que el futuro de esta tierra será católico ahora que hemos experimentado el fracaso de todo el amplio espectro de ideologías malignas y cuasi-religiosas de la derecha y de la izquierda. Cristo puede aparecer en cualquier momento en la próxima curva del escabroso camino que hemos transitado en casi un siglo entero de vivir como nación sin tenerlo en cuenta a El.

 

“En verdad os digo, si una semilla no cae a tierra y muere, permanece semilla; pero si muere, entonces lleva mucho fruto.” (Juan 12:24) Nuestro amigo Giorgio Sernani fue una semilla selecta. Creo que ahora está en la compañía del Padre Peyton y el Padre Wojtyla. Ahora las semillas que él plantó comenzarán a dar fruto.

Salmo 125

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
“El Señor ha hecho grandes cosas por ellos”.
Grandes son las cosas que ha hecho el Señor con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas,
cosecharán entre cantares.

Quienes fueron llorando,
llevando la semilla;
volverán cantando,
cargando sus gavillas.