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John Stossel

Si la clase política de hoy día hubiera estado en el poder en Massachusetts en 1623, el Día de Acción de Gracias que celebramos mañana (25 de noviembre) se hubiera llamado «Día de la Hambruna» en vez de Dia de Acción de Gracias. Por supuesto una gran mayoría no hubiéramos vivido para celebrarlo.

Todos los años para esta época se le enseña a los escolares sobre aquel dia maravilloso en que los peregrinos y los indígenas americanos compartieron los frutos de la cosecha. Pero en realidad el primer dia de acción de gracias en 1623 casi se queda sin ocurrir.

Mucho antes del fracaso del socialismo moderno, los primeros inmigrantes europeos nos dieron una dramática demostración de las deficiencias fatales del colectivismo. Desafortunadamente pocos americanos saben lo que realmente pasó en esos días.

Los peregrinos en la colonia de Plymouth (Massachusetts) organizaron su economía agrícola en forma comunitaria. El objetivo era compartir en partes iguales el trabajo y la cosecha en partes iguales.

Es por eso que casi se murieron de hambre.

Es que cuando la gente puede obtener el mismo resultado con menos esfuerzo, la gran mayoria de la gente opta por el menor esfuerzo. Los colonos de Plymouth se hacían los enfermos para esquivar el trabajo en la granja comunitaria. Algunos hasta robaban a pesar de sus convicciones puritanas. La producción total resultó ser demasiado poco como para sostener a la población y eso trajo la escasez y el hambre. Así fue la cosa por dos años.

«Por lo tanto, parece ser que la escasez nos va a durar otro año si no hacemos algo para prevenirlo,» escribió el gobernador William Bradford en su diario. Los colonos, nos cuenta el gobernador en su diario, «empezaron a pensar que como se podía hacer para cosechar tanto como fuera posible y obtener una cosecha mejor que las anteriores de manera que no quedaran otro año en la miseria. Despues de mucho debatir sobre el asunto bajo la supervisión de sus superiores decidieron repartir la tierra dando hacienda a cada familia para que produjeran su propia cosecha y quedaran cada uno librado a su propia capacidad de producir.»

En otras palabras, la gente de Plymouth cambió de un sistema socialista al capitalismo de esfuerzo privado. Los resultados fueron dramáticamente distintos.

El gobernador ecribió en su bitácora: «Esto ha dado excelentes resultados: porque ha hecho que todos se vuelvan industriosos de tal manera que se ha plantado mucho más de los que se hubiera plantado anteriormente. Ha llegado el tiempo de la cosecha y en vez de hambruna tenemos abundancia, gracias a Dios que nos ha dado tanto, encaramos un mejor futuro con un corazón gozoso.»

Gracias a aquel cambio se pudo festejar el primer día de acción de gracias en Noviembre de 1623.

Lo que Plymouth sufrió durante su período comunalista es lo que los economistas de hoy llaman la tragedia comunista. El problema es conocido desde los tiempos de la antigua Grecia. Como dice Aristóteles «Aquello que se confía a la mayoría es lo que recibe la menor atención y cuidado».

Si los individuos pueden comer de la olla común sin importar cuánto ponen en ella, eso simplemente incentiva la vagancia y cada uno hace lo mínimo posible tratando de sacar lo máximo posible hasta que la olla queda vacía.

La ventaja de la propiedad privada—tal como lo descubrieron los colonos—consiste en conectar el esfuerzo con la recompensa creando de esa manera un incentivo para que la gente produzca más. Entonces surge naturalmente un mercado libre en el que la gente puede intercambiar el exceso de producción por otras cosas necesarias. El intercambio beneficia mutuamente enriqueciendo a los componentes de la comunidad.

La gran ironía de todo esto es que el gobierno de los Estados Unidos no ha aplicado los beneficios de esta lección a sus propios ciudadanos indígenas. El gobierno de los Estados Unidos ha retenido la mayor parte de la tierra destinada a los indígenas en custodia corporativa desde el siglo XIX. Esto desincentiva la iniciativa y descapitaliza al indígena que no puede usar la tierra como garantía para préstamos con los que se pueda financiar semilla. En las reservaciones indígenas la propiedad privada es entre un 40 a un 90 por ciento más productiva que la tierra en custodia de la Oficina de Asuntos Indígenas, según lo informa el economista Terry Anderson, director ejecutivo de PERC. Si uno pasa por las reservaciones del oeste del país se puede ver un lado cultivado, irrigado y el otro lado sin cultivar con casas semi derruídas. El primero está organizado como propiedad privada mientras el segundo es parte de una organización comunitaria. Ambos lados están habitados por la misma clase de indígenas. Lo que hace la diferencia es que de un lado son dueños de la tierra y del otro lado no.

El derecho de propiedad es la clave de todo esto. Cuando los productores saben que el producto de su trabajo está asegurado contra la confiscación entonces se toman riesgos y se invierte. Pero cuando sospechan que serán privados de los frutos de su labor entonces harán el menor esfuerzo posible.

Esta es la lección perdida del Día de Acción de Gracias.


John Stossel es el conductor del programa de televisión «Stossel» en el canal de cable de Fox Business Network. Es el autor de varios libros: Give Me a Break y Myth, Lies, and Downright Stupidity.